Florencio Varela en el corazón de “Meta Guacha”
29/01/2025

En vísperas al 134° aniversario del distrito, Traiko Piuner, líder de la reconocida banda, describió cómo ese sentir varelense impregnó su obra y fue transversal en su camino artístico. Repasó su llegada a Villa Argentina cuando era niño junto a su familia; su deseo frustrado de ser futbolista, su presentación en el “Norberto ‘Tito’ Tomaghello” y el orgullo de llevar su lugar de crianza de gira por Latinoamérica o Europa.

¿Cómo fue tu arribo desde Chile?

Con mis padres y mis hermanos cruzamos a Mendoza. En un principio, era lo más cercano. Después, vinimos a Buenos Aires en búsqueda de más posibilidades. Vivíamos en Constitución, en un hotel. Sin embargo, el anhelo de mi viejo era dejar una casa a sus hijos. Años más tarde, compró un lote. A mis 11 o 12, fuimos a conocer el terreno. No teníamos ni idea de lo que era Florencio Varela. Bajamos en la estación de KM26700, no había nada. Caminamos un par de cuadras hasta que llegamos: era puro yuyal, solo campo y vacas.

¿Cómo viste Florencio Varela últimamente?

Siempre lo sentí como mi lugar en el mundo, lo llevé en el cuerpo. Cuando estuve lejos, extrañé. Creció tremendamente: poblacional y estructuralmente. Nada que ver a cuando vine en mi infancia. Cambió un montón, para bien, muy notorio el progreso, cada vez más lindo.

¿Cómo nació el grupo?

Mi hermano, con los compañeros de colegio, armó una bandita en mi casa, pero no tenían cantante. Un día me dijeron: “Che, ¿te animás?”. Decidí probar, pero la prioridad era mi empleo. Laburaba en una estación de servicio en Av. San Martín y Mitre. Además, quería jugar al fútbol. Sin embargo, dejé de trabajar ahí. Tenía a mi hija enferma. No me daban los horarios, entonces me metí de lleno en este rubro. Nos comenzó a ir bien, me vinieron a buscar con otras propuestas, productores y querían que saliéramos en la tele, pero no teníamos nombre. Necesitábamos el disco completo.

¿Por qué “Meta Guacha”?

Una tarde de ensayo, un chico de sonido entró y en chiste sugirió ponerle así pues al caballo le dan “guacha” para ir hacia adelante y quedó.

¿Cuál era la máxima aspiración en ese momento?

Al inicio, mi sueño era que en la disquería de la estación hubiera un CD con mi cara.

¿Qué los distinguía del resto?

Con las canciones queríamos ser más testimoniales, contar sobre la gente humilde, de los barrios carenciados, que también podían enamorarse o sufrir por un hijo.

¿Cómo fueron los primeros videoclips?

No había videos nuestros en ningún lado. La otra vez encontramos un spot que grabamos en el Puente Negro, para el primer álbum, que después desapareció. Estaba el clip de “Negro cumbiero” que hicimos a pulmón en El Alpino con Sur Producciones, cuando recién arrancaban. Y salió ese, una idea mía. Esas locuras de aparecer sobre una carreta tirada por un caballo, practicar boxeo en “La Patriada” con Saucedo, mi viejo como referí. Él era un terrible payaso, era más artista que todos nosotros.

De Argentina a hacer tour por Latinoamérica, ¿cómo fue eso?

Fue muy emocionante. Era la primera vez que iba tan lejos. No lo imaginaba. Ir más allá y ver el fanatismo de la gente fue increíble.

Con más de 20 años de trayectoria, ¿cómo te adaptaste a los nuevos formatos?

Me tuve que modernizar sino me quedaba atrás. Los pibes nos enseñaron a compartir mucho más la música: el famoso ft con los artistas fue algo que aprendimos de esta generación.

¿El corte de pelo fue parte del “refresh”?

Tuvo que ver con eso, más que nada con la imagen para las redes sociales y alargar mi carrera o expandirme. Me costó aunque me acostumbré.

¿Cómo fue actuar en “Sin miedo”, “El encuentro de los artistas”, “Un poco de ruido”?

Fueron experiencias hermosas. Cuando estuve en “Un poco de ruido”, tenía puesta una remera de Abuelas de Plaza de Mayo. Me bardearo, pero seguí mis ideales, mi forma de ver las cosas. Vine al país para escapar de un gobierno militar con mis viejos a los tres años, imaginate de qué lado de la vereda me ubiqué.

¿Cómo fue tocar en Europa?

Estuvimos en Madrid, Barcelona, Málaga y en Bérgamo, Italia. Fue asombroso ver los colores de “Defensa y Justicia” por allá. Con nuestras melodías, acercamos un poquito de acá a los que migraron.

¿Cómo fue llevar algo de tu ciudad a otros países?

Fui a imponerla en el mercado. Por ejemplo, cuando iba a México me pedían una camiseta de River, una de Boca y, con el tiempo, querían la del “Defe”. Sentí un orgullo tremendo por ser de los primeros en ponernos la casaca de “El Halcón” y mostrarla en todos lados. Siempre con la bandera de mi partido, con Florencio Varela en el corazón.

¿Sentiste prejuicios por tu lugar de origen?

Claro. Cuando arranqué, en el 2000, todas las bandas de cumbia villera eran de zona norte. Ninguna del sur, éramos los únicos con la verde amarilla. Este género hizo un quiebre con el asunto de los estratos sociales. Antes era como lo bizarro, para el carnaval carioca. Poco a poco escaló y logró una posición cultural a la altura de cualquier estilo.

¿Qué vínculo forjaste con “Defensa y Justicia”?

Desde los 12 o 13 años, íbamos con mi papá a la cancha. Éramos 20 y cada uno iba con la camiseta de su club. Cuando salió campeón de la Sudamericana llorábamos los dos, abrazados, porque “Defensa” siempre representó el amor por el barrio.

¿Cómo fue interpretar los temas sobre el césped del estadio?

 

Fue un sueño hecho realidad. El cierre perfecto de la historia de "Meta Guacha".

¿Qué implicó que en las tribunas adaptaran tus letras para alentar?

Significó consagración, ser del pueblo, ser popular. Fue decir: “Llegué”. Estuvo buenísimo. Me acuerdo cuando todavía estábamos en el Nacional B, jugábamos contra Quilmes y las dos hinchadas entonaban “Pa la gilada”. Hermoso.

¿Qué objetivos planteaste a futuro?

Solo cantar muchos años más. Estar arriba del escenario me dio vida.



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